La Parte Vieja donostiarra, o Alde Zaharra en euskera, es una de las zonas más características de la ciudad. Calles entrecruzadas llenas de bares con barras repletas de suculentos pintxos, restaurantes, edificios y negocios con historia para perderse y conocer cada uno de sus rincones.
Cuando San Sebastián era todavía una isla unida a tierra firme por una estrecha lengua de tierra, existía una barriada de pescadores abrigados al resguardo del monte Urgull. La Parte Vieja de San Sebastián no solo es la heredera directa de esa barriada, sino que es el centro vital de la ciudad, con sus incontables bares, restaurantes y sociedades gastronómicas. Todo lo que es San Sebastián, y todo lo que la distingue, está aquí, concentrado.
Entramos a la Parte Vieja por el Mercado de “La Bretxa”. Su nombre se debe a que está ubicado en el lugar por donde las tropas inglesas de Wellington penetraron en la ciudad durante el asedio de 1813. Ahora renovado como centro comercial y de ocio, conserva su mercado tradicional donde antiguamente las caseras acudían a vender sus productos.
Dentro de la Parte Vieja de San Sebastián, las calles rebosan vitalidad y mantienen un trasiego constante de viandantes. Al atardecer, bares y restaurantes se llenan de gente. La Calle Fermín Calbetón es el epicentro del terremoto culinario que sucede cada día.
En el corazón de la Parte Vieja de Donostia se encuentra la Plaza de la Constitución, donde tienen lugar la mayoría de acontecimientos festivos de la ciudad. Las coloridas fachadas, con números pintados en cada balcón, nos recuerdan que fue coso taurino. A través de la calle San Jerónimo llegamos a la Calle 31 de Agosto, la única que quedó en pie tras el devastador incendio de 1813. En ella se esconde la Plaza de la Trinidad, con un frontón y una grada que es testigo de competiciones de deporte rural y conciertos.
A un lado de la Calle 31 de Agosto está la Iglesia de San Vicente, edificada a principios del siglo XVI y la más antigua de la ciudad. Al otro, la Basílica de Santa María. Entra a ver a la Virgen del Coro o la cruz de Chillida situada en el templo, o siéntate en los escalones a contemplar la bella perspectiva de la Calle Mayor. Una curiosidad: desde la Basílica de Santa María a la Catedral del Buen Pastor, que se ve al fondo en línea recta, hay un kilómetro exacto.
Muy cerca de allí, una empinada escalera erosionada por el tránsito de los siglos te conducirá al Paseo de los Curas, privilegiado mirador donde antaño paseaban los sacerdotes, a la sombra de los árboles. Sentarte en uno de los bancos del paseo, que se alza sobre el puerto donostiarra y observar las vistas es todo un deleite. Es recomendable subir hasta arriba. Da igual el camino que elijas, te encontrarás con vistas panorámicas del mar y la ciudad en todos los rincones.
En lo alto del monte Urgull encontrarás el Castillo de La Mota construido en el siglo XII, que fue pieza básica en la defensa de la villa. En la cumbre, el Monumento al Sagrado Corazón, de acceso gratuito, es el único lugar desde el cual se ven las tres playas de la ciudad. Descendiendo por unas escaleras se llega hasta el Museo de San Telmo, antiguo convento de dominicos del siglo XVI, reformado y ampliado en 2011 con un edificio de vanguardia.